Los puentes de Madison

Fotografía naturaleza. Puente del río Bohilgues Ademuz.

Aquel niño saltaba cuando cruzaba por él mientas los brazos reposaban sobre los de sus padres. Tranquilo y sereno sabe que no se va a caer al agua. Sus padres no lo tienen tan claro, pero sí que no le soltarán de la mano. Toda protección es esencial hasta que tienes que despedirte por obligación. Trozos de madera que van mermando y las tablas haciéndose polvo, deshaciéndose de la nada como un hippie de los años setenta cuando está liando su habitual canuto.

Cruzar por allí y te vienen a la cabeza todas las películas y documentales en donde una de las tablas del puente colgante se va a caer y con ella un tropiezo, una vida, unos pulmones que quedarán acartonados. ¡Joder con la imaginación siempre en negativo! En vez de pensar que la madera solo cruje para avisarnos de que le agradezcamos el material que antes era un árbol, pura vida.

Por ello esta fotografía la hice justo ayer, para mi era todo un reto y no por la dificultad de ella (cualquier niño la hace mejor) si no porque he pasado cientos de veces y siempre me viene en la cabeza algo negativo cuando la cruzo. El puente que se va a las cascadas de Vallanca (La Oz) por la ruta del Río Bohilgues es casi un objeto de codicia para mis ojos. Nunca terminaba de preparar la composición. Un niño cabreado cuando no he podido hacer la foto, así es como me he sentido todo este tiempo.

Con esta foto que dejo a continuación cierro un ciclo con pequeños lugares que para mi antes eran imposibles, y sabiendo que el niño que iba de la mano de sus padres ya no existe, esos huesos creciendo cogieron el toro por los cuernos y convirtió el muñeco en hombre, echando hacia el río todos los amuletos que hasta entonces llevaba con él para que el sonido de un «clack» de la cámara incorporada en el teléfono sonó retumbara en las paredes de las montañas que visten el puente.

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